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Tributaria, crecimiento y pobreza. Por: Rafael Nieto Loaiza

Dije en mi última columna que el crecimiento del recaudo en lo que iba de año era del 16% y que con ello era más que suficiente para cubrir todo lo que se busca con la tributaria. Pues bien, el viernes se conoció el reporte de la DIAN a 31 de agosto y la meta se cumplía en un 117,2%. Aún mejor. De manera que el discurso de que Petro encontró la olla raspada es falso. Muy al contrario, recibió una economía a todo vapor. El crecimiento del PIB del segundo trimestre, 12,6%, hizo que el MinHacienda elevara su pronóstico para el 2022 de 6,5% a 7%, de manera que cerraría un 10% por encima del PIB observado en 2019, antes de la pandemia.

Ese crecimiento excepcional, más una muy buena gestión en la lucha contra la evasión y la elusión por parte de la DIAN, es lo que explica el aumento del recaudo de este año que, de acuerdo con las proyecciones más recientes, estará por encima de 210 billones, mínimo 37 billones de pesos más, un 21%, que en el 2021, cuando se recogieron 173,6 billones, 27 billones más que la meta inicial para este año que fue de 183 billones, y más del doble que en el 2012, cuando se recogieron 99,2 billones. En diez años, el Estado ha doblado su recaudo.

Una parte importante del mayor recaudo del 2022 viene del sector minero petrolero. Los ingresos para la Nación provenientes del petróleo serán 58 billones de pesos, 24 billones más que en todo el 21. Los provenientes de la minería, fundamentalmente del carbón, entregarán 10 billones adicionales. Sumados son 34 billones, mucho más que todo lo que se busca con la tributaria. Por cierto, como mostraré en otra columna, la propuesta impositiva del gobierno para el sector es un verdadero desastre, un cruel y insensato asesinato de la gallinita de los huevos de oro.

El recaudo extraordinario demuestra que, como bien dice la ANDI, “la mejor reforma es un buen crecimiento económico”. Aún más importante, también es el crecimiento, y no el “gasto social” como alegan desde la izquierda, el que mejor explica la disminución de la pobreza.

En efecto, según muestra Jairo Nuñez en su estudio publicado en el libro Descifrar el futuro La economía colombiana en los próximos diez años, que recomiendo con vehemencia, la reducción del 22,7% de la pobreza moderada que se dio entre el 2002 y el 2017 se explica en un 74% por efecto del crecimiento y un 26% por distribución del ingreso. En el caso de la pobreza extrema, que cayó 10,5% en ese mismo período, el 72% se debe al crecimiento y el 28% a distribución de ingreso.

En general las mejoras en pobreza en Colombia se presentan porque el crecimiento se traduce en un mercado laboral mucho más robusto, con más empleos y mejores salarios. Lo he dicho una y otra vez y lo sostengo de nuevo: la mejor política social, y además la más sostenible, es generar las condiciones para que la economía crezca y cree empleos.

El análisis de Nuñez para Colombia corrobora lo que muestran las estadísticas comparadas a lo largo y ancho del mundo y que resumo acá: 1. Ningún país tienen niveles altos de “bienestar material humano” y niveles bajos de PIB per cápita. 2. Ningún país tiene alto PIB per cápita y niveles bajos de “bienestar material humano”. 3. Aunque no es lineal, a mayor nivel del PIB per cápita mejores niveles de “bienestar material humano”.

De manera muy sencilla, los países más ricos son los que proporcionan mejor bienestar a sus poblaciones. Lo decía con enorme sentido común Pambelé: es mejor ser rico que pobre. Y para eso, para ser ricos, se necesita crecer. Exactamente lo contrario al decrecimiento que predica la MinMinas con el auspicio del mismo Petro.

En resumen, insisto en que la necesidad de una reforma tributaria en este momento es más que cuestionable. De hecho, ninguna debería hacerse sin que el gobierno previamente demuestre un compromiso con la austeridad y  el ahorro y sin un examen detallado y profundo de en qué se va a gastar lo que se recaude, compromiso que el Gobierno no ha hecho e información que hasta este momento se niega a dar.

En cualquier caso, ninguna reforma debería aprobarse si con ella se pone en riesgo el crecimiento y la generación de empleo. Esta reforma, por cierto,  como demostraré próximamente, sería fatal para ambos objetivos.

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