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Santos y Petro en pleno electrochoque. Por: Eduardo Mackenzie

Ni Juan Manuel Santos ni Gustavo Petro se esperaban que el presidente Donald Trump devolviera el golpe de injerencia en la campaña presidencial americana que ellos estaban haciendo, como siempre, de manera taimada y marrullera, en beneficio del candidato demócrata Joe Biden.

Durante tres actos de su campaña por la reelección, el presidente Trump denunció lo que pasa en Colombia como fruto del infame pacto Santos/Farc. En Jacksonville, Florida, el candidato republicano denunció  “el terrible tratado Obama-Biden-Santos con los carteles de la droga colombianos”. Esos tres personajes, dijo, “se rindieron ante los narcoterroristas e hicieron que la producción de drogas ilícitas se disparara”.

En uno de esos mítines, el vicepresidente Mike Pence pidió la libertad para el expresidente Álvaro Uribe y lo calificó de “héroe”. En términos muy directos Trump dijo: “En mi administración trabajaremos junto con nuestra contraparte colombiana para estabilizar la región”, antes de criticar el respaldo del gobierno de Barack Obama (2009-2017) y de su vicepresidente Biden, al proceso de paz que había sido estructurado por Santos.

En el mitin de Doral, otra ciudad de Florida, este 25 de septiembre, el presidente de  Estados Unidos retomó la cuestión de la intromisión de políticos colombianos en favor de Joe Biden en la contienda presidencial que culminará el próximo 3 de noviembre. Reveló que el socialista Gustavo Petro había enviado su apoyo al ex vicepresidente de Barack Obama. “No es bueno que Petro esté apoyando a Biden”, subrayó, no sin recordar que el congresista colombiano había militado en la guerrilla del M-19.

Gustavo Petro no pudo contenerse. Insultó a la nación americana al comparar las atrocidades cometidas por el M-19 con la lucha de George Washington en la independencia de Estados Unidos. Insinuando que el presidente Iván Duque tenía algo que ver en la riposta de Trump, lanzó: “El verdadero Pablo Escobar hoy está en el poder en Colombia”. El agente madurista gesticuló: “Trump no tiene ni idea de quién soy yo”. En todo caso, quienes lo conocen bien son los servicios de la Casa Blanca y las agencias de inteligencia.

Las declaraciones del presidente Trump son de importancia capital para el combate por la democracia en Colombia. Desde ese ángulo son históricas. El  diagnóstico de Trump es inatachable. El pacto Santos/Farc recrudeció, en efecto, la violencia y el caos social en Colombia, arruinó la justicia, destruyó la Constitución de 1991 y disparó el narcotráfico que hace tantas víctimas en Colombia, Estados Unidos y Europa. El jefe de Estado americano tiene razón en rechazar ese proceso pues los efectos de éste caen no solo sobre Colombia sino sobre Estados Unidos.

Pese a ello y como era de esperarse, cierta prensa bogotana trató de sepultar ese acontecimiento ahogándolo en un chorro de noticias menos importantes. Una radio llegó al extremo de dar una lección de periodismo obtuso al sacar de su portal web la entrevista que le había hecho a Fabio Andrade. Como no había podido ridiculizar a ese líder de la comunidad colombiana de la Florida que participó en uno de los paneles en donde Trump fustigó el lamentable “proceso de paz”, sacó de la red ese documento sonoro y le dio el micrófono a gente dispuesta a insultar a Trump. Andrade explica allí por qué el pacto de impunidad implícito en el pacto Santos/Farc es un problema de seguridad nacional para Estados Unidos.

La estrategia trazada por los afectados por las declaraciones de Trump fue malévola. Le exigieron al presidente Duque, a través de la ex ministra de Relaciones Exteriores de Santos, María Ángela Holguín, que enviara a Washington una “nota de protesta” pretextando que las frases del jefe de Estado americano “afectaban las  buenas relaciones entre Colombia y Estados Unidos”. Duque no obedeció, afortunadamente.

Esa reclamación buscaba darle a Biden un fuerte elemento de propaganda para el debate del martes con Trump. Las lágrimas de cocodrilo de Holguín hacían caso omiso de que Gustavo Petro era quien había originado el incidente. También dejaba de lado un hecho central: el gobierno de Iván Duque no tuvo nada que ver con las declaraciones del jefe de la Casa Blanca. ¿Cómo podía protestar Bogotá por eso cuando lo dicho por Trump coincide con lo que piensan las mayorías colombianas que rechazaron ese pacto en el referendo de 2016?

Varios nostálgicos acudieron a salvarle la cara a Santos. Unos se rasgaron las vestiduras aduciendo que éste no había capitulado ante los carteles de la droga. Otros dijeron que había “injerencia [de Trump] en asuntos colombianos”. Otros sacaron el refrito de que la relación Colombia-USA depende del buen estado de la relación con el “bipartidismo norteamericano” y que ello es intocable. Olvidaron que Petro obraba descaradamente contra eso y que JM Santos había saludado, en 2016, la candidatura de Hillary Clinton, rival de Trump, diciendo, según la agencia AFP, que era la que ofrecía más “garantías” a Colombia.

Para resumir: la línea trazada por Trump sobre  el acuerdo Santos/Farc es de gran importancia. Ello reforzará necesariamente el campo de los patriotas que resisten contra la ofensiva golpista del castro-chavismo la cual, después de lograr la detención domiciliaria del expresidente Uribe, ha puesto en marcha un operativo de disturbios urbanos y de matanzas en zonas rurales y, por último, un dispositivo destinado a asesinar al presidente Duque, descubierto en parte por los servicios de seguridad colombianos. Los que piden el retiro del premio Nobel de la paz a Santos han sido tonificados por las declaraciones de Trump. La pérdida de esa distinción es ahora cosa de tiempo.

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