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Los Premios. Por: María Fernanda Cabal

COLUMNA MARÍA FDALa ‘inversión revolucionaria’ es la estrategia más perversa y eficiente, utilizada por la izquierda para convertir lo malo en bueno y lo bueno en malo, mediante la promoción sistemática de la mentira.

El comunismo, a lo largo de los años y en distintos países del mundo, ha aplicado ésta fórmula, logrando convencer a las sociedades que sus objetivos “altruistas” pretenden la igualdad absoluta y la desaparición de las clases sociales; cuando la realidad es completamente distinta.

En consecuencia, han logrado imponer como líderes de la humanidad a figuras anormales con rasgos psicópatas, esquizoides y caracterópatas, como Joseph Stalin, Adolf Hitler, Kim Jon Un, Fidel y Raúl Castro, Hugo Chávez o Nicolás Maduro; que terminan posando de “salvadores” y cuyas ideas maniacas son defendidas a muerte por cientos de seguidores “deslumbrados” con la promesa de un mundo perfecto.

En ese universo paralelo, además de rendirle culto a la personalidad y creer que son infinitamente virtuosos; la veneración de sus actos, mostrados como heroicas luchas, juega un papel fundamental al interior de esta obra de teatro con fondo macabro.

Por eso, dentro de las interpretaciones irracionales que tienen acerca de la política y el desarrollo social, han sido incluidos premios y exaltaciones que refrendan su doctrina, justifican sus acciones y los blinda, para evitar ser juzgados.

La prueba más clara de esto, ha sido la creación de galardones como el “Premio Dimitrov” de la República Popular de Bulgaria -en honor al perverso Secretario General de la Internacional Comunista (Komintern), Georgi Dimitrov-; instituido en 1950, para destacar a nacionales o extranjeros por su “labor socio-política, científica y creativa para la paz, la democracia y el progreso social en el mundo”.

En los años cincuenta, también fue creado el “Premio Stalin de la Paz”, rebautizado como “Premio Lenin de la Paz”, luego de la desestanilización, seguramente en el afán de ocultar los 40 millones de muertos causados por él.

El galardón -equivalente a un Premio Nobel de la Paz- nació como una iniciativa de la Unión Soviética para ser entregado a individuos que hubieran “contribuido a la causa de la paz entre los pueblos”.

Tanto el Premio Dimitrov como el Lenin de la Paz fueron otorgados a personajes como Fidel Castro, por su aporte a la expansión del socialismo en América Latina, sin importar que su llegada al poder significó la sumisión de un pueblo a la pobreza y la degradación, por cuenta del yugo comunista.

Su hermano, Raúl Castro, también recibió recientemente el Premio Lenin de la Paz, por su «excepcional aporte a la construcción del socialismo y su quehacer, por consolidar los principios de justicia, humanismo y progreso social (…) por su desempeño en la lucha internacional frente al anticomunismo y al colonialismo, y su postura consecuente en el fortalecimiento de la amistad cubano-rusa”.

Contradictoriamente, las banderas del régimen ‘castrista’ están manchadas con la sangre de 7 mil 437 cubanos que han muerto o desaparecido en los últimos años, tratando de escapar de la crueldad impuesta por los hermanos Castro.

En Colombia este modelo se repite. El Premio Nacional de Paz, en varias ocasiones, ha sido otorgado a personajes y organizaciones que bajo la fachada de la defensa de los derechos humanos, han fomentado la combinación de formas de lucha para atrapar las instituciones y debilitar el Estado de derecho.

Este es el caso de la ‘Fundación Forjando Futuros’ del abogado Gerardo Vega, premiado en el año 2012 como “defensor de la vida y de la tierra”, olvidando perteneció a la guerrilla del EPL, organización cuya consigna en los años 80 fue promover invasiones de tierra a sangre y fuego, violentando la propiedad privada a través de los denominados frentes populares de este grupo armado.

Uno de los jurados del Premio Nacional de Paz en ese entonces, fue el cura jesuita Francisco de Roux, quien a su vez ha sido premiado por su labor en pro de la paz y la reconciliación; pasando por alto su manifiesta simpatía por la doctrina del ELN y su abierto y cómplice respaldo a los falsos desplazados de la finca ‘Las Pavas’, ubicada en el corredor de acceso a la Serranía de San Lucas, territorio ancestral del ELN. Irónicamente, el cura de Roux es el presidente de la ‘Comisión de la Verdad’.

Y, como si fuera poco, recientemente al exjefe de las FARC, Rodrigo Londoño Echeverry, alias ‘Timochenko’, le fue conferido el premio «Corazón de León» de la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU), en la Universidad de Guadalajara, México. Por “su aporte a la generación de paz y su compromiso con el  fin de un conflicto de más de cinco décadas en el interior de Colombia”; lo paradójico es que en el prontuario del grupo guerrillero se cuentan más de 200 mil muertos y 45 mil desaparecidos.

Otra bofetada a las víctimas del comunismo en el mundo y de las FARC en nuestro país, que aún claman por justicia tras un Acuerdo que les aseguró completa impunidad y una curul en el Congreso de la República, desde donde hoy posan como faros de la ética y la moral.

Sin duda, la lucha por liberarnos de la telaraña socialista es cada vez más fuerte. Pareciera que ser malo y perverso merece todos los premios, pero enfrentar la verdad e intentar sacar a la luz la realidad, es un delito.

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