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La amenaza de Hezbollah. Por: María Fernanda Cabal

COLUMNA MARÍA FDALo advertimos hace exactamente un año: Miembros del ELN estarían recibiendo entrenamiento de explosivos por parte de integrantes del grupo terrorista Hezbollah, en Venezuela. (Ver artículo: Alianza Macabra)

Sucesos recientes no sólo confirman lo anunciado como una ‘alianza macabra’, sino que además nos muestran un escenario mucho peor si no dejamos de subestimar el poder que ha adquirido esta organización terrorista, que se convirtió además en la piedra angular de la estrategia de desestabilización que viene implementado la izquierda en el continente.

La expansión de gobiernos populistas en América Latina fue el punto de partida para que este grupo terrorista libanés¹ lograra su objetivo de afianzar sus nexos con la narcoguerrilla regional, y lo lograron.

Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Cuba, a través de sus regímenes entablaron una peligrosa relación con Irán, que hoy nos está pasando factura.

Sin duda, el libre movimiento de miembros de Hezbollah por la región, es el resultado de esa cercanía que por años intentaron ocultar e incluso hoy la disfrazan de “hermandad” entre pueblos oprimidos.

Prueba de ello es el vicepresidente sectorial de economía de Venezuela, el sirio-libanés Tareck El Aissami, quien se encuentra dentro de la lista de los más buscados del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de los Estados Unidos (ICE), por su implicación en narcotráfico y por estar señalado de tener conexiones con Hezbollah y el régimen iraní.

En 2003, El Aissami fue encargado de la Dirección de la Onidex -Oficina Nacional de Identificación y Extranjería de Venezuela-, desde donde habría proveído al grupo extremista de pasaportes venezolanos y documentos nacionales para transitar libremente.

Mientras en este hemisferio la amenaza se acrecienta. Colombia, que viene dando la batalla para escapar de este entramado perverso, es ahora el espacio perfecto para continuar su gesta pues una de las principales fuentes de dinero para Hezbollah son los grupos armados que operan en nuestro país. El negocio es claro: recibir asesoramiento estratégico y armas a cambio de que estas narcoguerrillas les faciliten el financiamiento a través del tráfico de drogas.

Bien lo ha dicho el director del programa contra el terrorismo e inteligencia en el Washington Institute, Mateo Levitt: «Muy pronto, Hezbollah será capaz de recaudar más dinero del tráfico de drogas que de todas sus otras fuentes de financiamiento sumadas».

En este orden de ideas, el reciente anuncio del gobierno colombiano de designar como grupo terrorista a la organización extremista islámica -adoptando los listados de Estados Unidos y la Unión Europea de personas y organizaciones terroristas-, es un paso importante para recobrar el rumbo hacia la recuperación la seguridad nacional.

Tal y como lo señala el acta de la sesión del Consejo de Seguridad Nacional, dicha decisión se verá reflejada en “mejorar la cooperación internacional, profundizar el intercambio de información, focalizar los esfuerzos del Estado colombiano en materia de inteligencia, evitar la movilidad de los integrantes de esos grupos, impedir que en el territorio nacional lleguen, transiten o permanezcan esas personas, al igual que fortalecer su persecución judicial y la de la financiación del terrorismo”.

Sin embargo, es urgente que este esfuerzo esté acompañado de la eliminación de la base de todos nuestros males: los cultivos de coca.

La necesidad de buscar soluciones inmediatas para acabar –en el menor tiempo posible- con el combustible de la guerra, nos apremia; de lo contrario, la tan anhelada paz nunca llegará.

Según wikipedia: ¹ Hezbollah –«Partido de Dios», desde izb, partido y Allah, Dios- es una organización islámica musulmana libanesa, compuesta por un brazo político y otro paramilitar. Fue fundado en el Líbano en 1982 como respuesta a la intervención israelí de ese momento.

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