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¿Iván Cepeda un peón de Cuba? Por: Eduardo Mackenzie

Gracias al cinismo vendepatria de un senador comunista, el cuestionado embajador de Cuba en Colombia, José Luis Ponce, espera  influir  o torcer de alguna manera la política exterior del gobierno del presidente Iván Duque.

En efecto, Iván Cepeda quiere montar un “debate de control político” en  la Comisión Segunda del Senado sobre la política exterior de Colombia. Quiere citar para eso a la ministra Claudia Blum y al ministro de Defensa, Diego Molano.

Todos sabemos que esos debates de “control político” vienen siendo desviados de sus objetivos constitucionales. Las minorías opositoras los convierten en instrumentos de presión para que el gobierno tome decisiones disparatadas que debiliten la seguridad nacional y los derroteros políticos correctos.

Lo que quiere hacer Iván Cepeda es más de lo mismo. El polémico senador ha hecho saber a la prensa que la política exterior de Colombia, sobre todo respecto de Cuba, es “lamentable”. Él estima que el gobierno de Iván Duque quiere “romper [las] relaciones con varios países y de manera simultánea”. Cepeda se refiere sobre todo a la política del presidente Duque frente a Cuba pero también objeta el hecho de que Colombia esté investigando en Ecuador la relación que parece existir entre el ELN y el candidato presidencial Andrés Araúz, un áulico del exilado ex presidente Rafael Correa, un viejo amigo de las FARC.

En el fondo, Iván Cepeda persigue un objetivo aberrante pero audaz, que viene a ser como la conclusión lógica de todo esto: quiere prohibir y criminalizar que Colombia le exija a Cuba la extradición de los jefes del ELN que están escondidos allá bajo la protección del gobierno de Miguel Díaz-Canel.

Es la primera vez que Colombia requiere y reitera ese pedido y le planta  cara a La Habana sobre la extradición de los autores de la matanza de 22 jóvenes de la Escuela General Santander de Bogotá. Y no solo eso: el presidente Duque anunció la creación de un comando especial para combatir a los facciosos de las FARC, del ELN y otros narcos que disponen de campamentos en Venezuela. Ello contraría el llamado “Plan de Contingencia en Frontera” que ha puesto en marcha el gobierno de Nicolás Maduro, en el que colaboran el ELN y las FARC. Dicho plan acaba de ser revelado por la revista Semana.

Una parte de la astuta contra-medida de La Habana contra ese dispositivo es utilizar a Iván Cepeda, quien tiene viejos lazos con la dictadura castrista –que se remontan incluso a otros miembros de su familia–, para desacreditar a la ministra Claudia Blum, al ministro de Defensa, Diego Molano y, en general,  a la actual política de seguridad de Colombia.  No es una casualidad que al mismo tiempo que Cepeda critica la política exterior colombiana, la prensa comunista francesa se suma al  plan de Maduro y acusa al gobierno de Iván Duque de todo, en particular de “revisionismo histórico”, de “incumplir los acuerdos de La Habana” y de ser de “extrema derecha” (1).

Si el gobierno Duque cede ante la ofensiva internacional del castro-comunismo y debilita su política exterior y de defensa, es decir cambia, como reclama Cepeda, “las relaciones internacionales del país”, Colombia perderá su soberanía nacional y será más y más vulnerable  en el terreno diplomático y militar.

Iván Cepeda obra como el brazo parlamentario de una coalición de gobiernos totalitarios.  Ese senador está lejos de ser un patriota colombiano. El detesta, por el contrario, la actitud de su país de querer mantener su reivindicación sobre Cuba para que cumpla tratados internacionales y entregue los criminales del ELN que se han refugiado allá.

Lo “lamentable” no es la política exterior de Colombia, ni su determinación de proteger la frontera con Venezuela. Lamentable es lo que hace Iván Cepeda quien no ha tenido hasta hoy ningún gesto de piedad por los jóvenes cadetes asesinados y no ha lanzado una sola frase en favor de la extradición a Colombia de sus verdugos.

Cepeda quiere amonestar en el Senado a la ministra Claudia Blum quien fue, precisamente, la que citó en días pasados al embajador José Luis Ponce para que diera los detalles de un “atentado del ELN en preparación”  que él, Ponce, anunció lacónicamente a la prensa el 8 de  febrero pasado, para cubrirse en caso de que una nueva atrocidad fuera cometida por la banda narco-terrorista.

Esa citación  desató la cólera de Ponce  quien no está en olor de santidad pues una semana antes la prensa reveló que los servicios colombianos de seguridad había interceptado un mensaje impreso en Cuba donde los jefes del ELN que se esconden allá ordenan “consolidar el trabajo [la violencia del ELN] en las grandes ciudades”. Como escribí este 8 de febrero, “la fabricación [en Cuba] de ese documento tuvo que haber contado con la autorización del gobierno cubano. Eso prueba que Cuba interviene directamente en actividades criminales contra Colombia (pues) imprimir un documento con instrucciones de guerra es cometer un acto de guerra.”

Esos hechos, revelados por la prensa colombiana  e internacional, desataron la inmensa bronca popular que recorre a Colombia en estos momentos contra Cuba. Muchas voces están pidiendo con razón la ruptura de las relaciones diplomáticas y comerciales con la dictadura cubana, artífice de esas complicadas intrigas. También piden que las fuerzas de seguridad desmantelen las redes de espionaje de Cuba y de Rusia en Colombia, cuya existencia volvió a saltar a la palestra poco después de la expulsión de dos agentes del FSB y del GRU rusos.

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