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El gran tramoyero repite: El estado soy yo. Por: Ex Magistrada María Patricia Ariza-Velasco

Asombro nos produce la nueva perla del gran tramoyero, el inquilino del Palacio de Nariño. Nada más ni nada menos que emuló al reyezuelo de Francia que a sus dieciséis años señaló: L’État, c’est moi, (“El Estado soy yo”), muestra del más puro absolutismo, ¡qué pueblo ni qué pueblo!, todo alrededor del ombligo del imberbe y en este caso, del individuo que muestra al mundo entero que algo anormal corre por entre sus neuronas. Acá mostro el personaje que hasta haciendo leyenda por sus desmedidas ansias de poder, que abre las fauces de forma desmesurada, en innegable deseo de controlar las ramas de poder y que pasó los límites que jamás se habían pasado en la historia reciente de esta república cada vez más similar a Macondo, mostrando como va en crecimiento la ambición del dictador descrito en el Otoño del Patriarca. En poco tiempo emulará a Luis XV y dirá:  Aprés moi, le déluge (“Después de mí, el diluvio”), pues el ego es proporcionalmente inverso a su estatura.

¿Desconoce el tramoyero la Constitución Política? ¿No se atrevió a afirmar en su biografía que había hecho parte de la Asamblea Nacional Constituyente que discutió y escribió la Constitución Política de Colombia? Ni de carga-maletas fungió. No aparece su nombre en el listado y si de pronto fue algún día, no lo hizo para contribuir y menos para aprender cual iba a ser la carta de navegación para el Estado Social de Derecho, donde las ramas de poder son independientes, siguiendo el espíritu de Montesquieu, además la conformación de órganos de control, independientes a fin de poder cumplir con tareas constitucionales. Esto tiene varios significados: 1. Jamás fue constituyente. 2. Nunca ha leído la Constitución Política 3. Si la leyó tiene graves problemas de comprensión lectora 4. Pasó por el Congreso donde se fabrican leyes, teniendo como base la misma carta constitucional, pero el Congreso no paso por él. 5.Definitavamente es un subversivo del orden constitucional, en tiempo presente, como secuela de su sórdido y reconocido pasado.

Las reacciones no se hicieron esperar, cuando manifestó el gran tramoyero al Fiscal General, que “él era el jefe de Estado y por tanto el jefe de él”.  Previamente había sucedido un hecho gravísimo al señalar comisión de conductas delictivas de un Fiscal utilizando la imagen de un menor de edad, hecho prohibido expresamente por la ley. Este funcionario, según los medios había sido el investigador de los hechos relacionados con los dineros recibidos por el señor de marras, en bolsas negras.

Pero volviendo al tema de creerse, autogestionarse como el mero mandamás, explicitando sus deseos de siempre, quitándose la máscara de defensor de la vida y de los derechos humanos, sin ninguna duda evidencia problemas de personalidad. Es un problema gravísimo, lo peor es que sobre quienes si creemos y defendemos el orden jurídico, la institucionalidad, pende en este momento la espada de Damocles, porque el señor a quien vimos con las mencionadas bolsas en un video que rodó por las redes sociales, tuvo tiempo suficiente, durante muchos años para mantener alianzas proscritas por la ley,  con vecinos indeseables, tramar el plan para apropiarse el poder, de hacer y deshacer a partir de ideas fijas, donde median toda suerte de argucias.  ¡Desmovilícese presidente!

Fiel como tramoyero, para crear efectos especiales, sus actuaciones siempre tienen un propósito final y no son producidas espontáneamente, calculando cada paso para obtener réditos personales. Suele suceder y la historia da cuenta de esta clase de componendas en figuras de la historia antigua y la reciente, como Enrique VIII, Napoleón, Hitler y Stalin, todos ellos, al igual que el inquilino del Palacio, sufrieron del Síndrome de Hubris, identificado por el médico británico David Owen donde “el personaje poderoso se comporta con soberbia y arrogancia, con una exagerada autoconfianza que lo lleva a despreciar a las otras personas y a actuar en contra del sentido común”. La descripción del desorden no puede ser más adecuada para quien se cree el señor todopoderoso de Colombia, que quiere barrer con el orden constitucional e imponer sus caprichos.

Pero además, hay otra razón, que se puede entrever con facilidad, trascendido a los medios, en torno al delfín, el que “no crio” él, que tiene embolatada su honorabilidad y honradez, al ser desnudado por su excónyuge de haber hecho acuerdos con personajes cuestionables, de los cuales recibió dineros para la campaña botaratas de su progenitor, donde se ocultaron ingresos según denuncia que presentaron abogados expertos ante la Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes. Esa es la real razón del rifirrafe, además de ser un mecanismo de distracción quien sabe para qué más.

Entre tanto no solo atacó el señor de marras la Constitución, también como se anotó antes, ataca a otro fiscal y entra en rifirrafe con el Fiscal Barbosa, erigiéndose en un personaje propio del absolutismo; además su cónyuge deshonra sus deberes como primera dama, pues se le dio por exhibir en el extranjero las ganas de bailar a toda hora y lo hizo sobre una tarima cubierta por la bandera nacional. Lástima que como delito el ultraje a emblemas o símbolos patrios desapareció del tráfico jurídico o fue excluido como delito en el Código Penal a través de la Sentencia C-575 de 2009 de la Corte Constitucional, con tres salvamentos de voto, uno de ellos del Magistrado Gabriel Mendoza Martello que señaló: “Los símbolos patrios -la bandera, el escudo y el himno- son la representación material de toda una serie de valores comunes a una Nación constituida como Estado. Por ello, estos símbolos se han considerado siempre como objeto del respeto y la veneración de los pueblos que simbolizan. Y por ello, también, la mayoría de las legislaciones del mundo los protegen, y sancionan su irrespeto como falta grave, a veces como delito“. Al final es cuestión de ética, de amor y respeto por los símbolos que nos representan y el hecho dice lo que significa Colombia para ellos.

Por donde se vea, de mal vamos en peor, estamos en estado grave, mejor gravísimo. Digno de exaltar la manifestación de la Corte Suprema de Justicia, mediante el cual se rechazó la “interpretación” del art. 115 de la Constitución Política, por el inquilino tantas veces aludidos en estas letras. Lacónico, pero suficientemente claro para ser entendido el comunicado oficial. Se echa de menos si, el silencio de la Corte Constitucional y el Consejo de Estado, pero tarde o temprano querrá controlar abiertamente sus decisiones. Hace gala además el personaje autor de tanta polémica, de carencia total de humildad y cero concertaciones, pues el comunicado que produce a manera de respuesta es impropio de un primer mandatario, incitador de odios, como lo hace permanentemente en Twitter, como si aun fuera el candidato permanente, en lugar de gobernar.

Una compañera de colegio, escribió una máxima, con ocasión del desmadre comentado, que aumenta con las ejecutorias el señor de marras en calidad de primer mandatario: No hay nada peor que un ignorante con poder, a lo cual se le añade, si hay algo peor y es adicional, cuando ese bárbaro padece del síndrome de Hubris. ¿Dónde está el dizque brillante jurista ministro de justicia, que no se atreve a explicarle el sentido de los artículos 115 y 249 de la Constitución, la división de poderes, etc.? quizá por temor a que” salga como pepa de guama” de la cartera ministerial, guarda silencio sepulcral.

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Una respuesta

  1. Preocupante que Colombia tenga un jefe de la parte Administrativa con un arraigado sentido REVANCHISTA lleno de prepotencia e ignorancia.

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