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El general Mora no estaba escopolaminado ni secuestrado, fue su voluntad, faltó al honor militar, a la ética, irrespetó la dignidad del país, que no venga ahora a excusar sus actuaciones anodinas con premisas ocultas. Por: María Patricia Ariza-Velasco

Recordemos al ex Procurador General de la Nación Alejandro Ordoñez Maldonado que con su fina ironía, señalaba que en estas reuniones se hacía evidente la mermelada de Mora y de Naranjo.

El colombiano común, además cualquier otra persona en el mundo civilizado, entiende de manera general el valor de una firma, lo que ella significa en un documento público o privado. Con firmas se han sellado acuerdos, armisticios, contratos, avales, títulos valores, uniones, divorcios, pero sobre todo en lo privado cartas de amor, las misivas familiares y aquellas destinadas a los amigos, estas sustituidas lastimosamente por las notas a través de las redes, donde se expresan los sentimientos con los denominados emoticones, más no con palabras, desplazando las manifestaciones a través de la riqueza idiomática,  además de ser un atentado permanente contra la semántica y reglas de ortografía, al punto que a veces dudamos si estamos o no escribiendo conforme a las normas de la Real Academia de la Lengua Española.

Hay variedad de firmas, tales como la autógrafa, conocida también como manuscrita, ológrafa e incluso rúbrica, que corresponde según la RAE a la que se escribe por la “propia mano en un documento, para darle autenticidad o para expresar que aprueba su contenido”, que contiene trazos e incluso dibujos. De hecho, la firma va ligada con la aparición de la escritura, por lo que resulta necesario buscar raíces en la cultura hitita, que desde entonces advirtieron las consecuencias de la falsedad de los “sellos”, pues originaban cuestionamientos de carácter teológico y por tanto la autoridad de su rey de PRESUNTO origen divino. Posteriormente la firma aparece en los lacres, donde quedaba impreso el troquel contenido en el anillo que a su vez significaba poder respecto a la persona que lo llevaba, por lo que se considera dentro de la categoría de firma autógrafa. En la edad media, se hace más usual por el trabajo en los monasterios donde los monjes se erigieron en expertos en caligrafía y criptología y por tanto en medio de tanta intriga y juegos de poder, las comunidades religiosas asumieron el control escritural de la mano de falsificaciones, tal como lo denota la historia.

La forma más común, pero cuestionada de tiempos remotos por la facilidad de ser falseada de la firma manuscrita, ha generado múltiples problemas públicos y privados, dilucidados a través de procesos judiciales según los intereses, pero como factor común la tipificación de conductas penales, donde por la gracia de la labor de estudio y cotejo de los peritos forenses especialistas en grafología, se han logrado solucionar casos complejos  en sede judicial que afectan actos y hechos a todo nivel y ámbito. Son usuales las falsificaciones de firmas de cónyuges, donde el avivato de la relación contractual matrimonial, “se levanta” con los haberes de la sociedad conyugal y que no decir del tema tan complejo de las sucesiones. En el sector público, desde el momento de la posesión en un cargo, donde media la signatura de un acta, se asumen las obligaciones y de ahí en adelante cada firma adquiere valor y genera responsabilidades múltiples. Los actos de la administración pública deben ser signados para deprecar su validez, en fin, un tema para ampliar de largo y ancho. Adicionalmente, las obras de arte deben contener firmas de sus autores y se demanda de ellas además la firma en los correspondientes certificados que validen su autenticidad. Finalizo este tema, en cuanto a que los Notarios Públicos en Colombia, dan fe, sobre la autenticidad de las firmas en los documentos que se solemnicen ante ellos y reposen en sus protocolos, acudiendo en la actualidad a sistemas de validación de la autenticidad de los documentos de identificación que presenten los interesados.

Gracias al tema de las nuevas tecnologías, surgió hace poco tiempo en relación a la línea de tiempo de la historia de la humanidad la firma electrónica o digital y de ella dos clases, esto es la electrónica simple y la electrónica avanzada (FEA).  Por muchos defensores que aparezcan, frente a esta nueva categoría, lo cierto es que ya se ha probado que no son totalmente seguras por la habilidad desplegada por el ser humano dotado de recursos, como el caso de los famosos “hackers”, que conlleva a concluir que el ser humano desde antaño, le ha gustado sustituir, falsear, hacer conejo, etc, como lo cuentan las mismas Escrituras Sagradas o lo reporta la historia de la antigua Roma un poco más cercana.

¿Pero qué es lo que media de importante en la firma? La voluntad de la persona. Nada más ni nada menos, pues cualquiera sea su forma, indica que la persona natural o la jurídica representada por alguna persona física, manifiesta la capacidad de decidir libremente y por tanto generar efectos jurídicos, al estampar la rúbrica. Solo cuando se demuestra que la voluntad fue viciada, por ejemplo, por el temor, por haber sido inducida a error la persona, por el uso de sustancias químicas que viciaron la voluntad y otra serie de situaciones, esa firma carece del requisito esencial que otorga validez a actos específicos. Este es un tema de gran importancia en el estudio del Derecho que, a partir de la práctica en la vida general, se logra entender la gran dimensión y  en la generalidad de las personas, a partir de la mayoría de edad, comprender las implicaciones al proceder a firmar cualquier clase de documentos, entendiendo estos de acuerdo con el artículo 243 del Código General del Proceso: “los escritos, impresos, planos, dibujos, cuadros, mensajes de datos, fotografías, cintas cinematográficas, discos, grabaciones magnetofónicas, videograbaciones, radiografías, talones, contraseñas, cupones, etiquetas, sellos y, en general, todo objeto mueble que tenga carácter representativo o declarativo, y las inscripciones en lápidas, monumentos, edificios o similares”.

¿Pero por qué tanta explicación? Nada menos ni nada más, consecuencia de las declaraciones del General en retiro Jorge Enrique Mora Rangel. Ese mismo que fue comandante del Ejército Nacional, de las Fuerzas Armadas de Colombia, el responsable de ejecutar el Plan Patriota de la Seguridad Democrática, en un par de años del gobierno Uribe, después de su retiro embajador en Corea del Sur y llamado desde sus cuarteles de invierno por el gobierno Santos para ser “negociador en representación de los militares”, en esas conversaciones de paz de la Habana, desde el año 2012. Sus actuaciones anodinas totalmente, frente a lo cual sarcásticamente el entonces Procurador General de la Nación Alejandro Ordoñez Maldonado con su fina ironía, señalaba que en estas reuniones se hacía evidente la mermelada de mora y de naranjo.  Al replicar este tema quien hoy recuerda estos hechos coetáneamente en un aula universitaria, un mayor del Ejército en retiro, se molestó, pero hoy se puede corroborar con las manifestaciones orales públicas, ampliamente divulgadas, que no había equivocación en las ironías del Procurador, al calificar las actuaciones de Mora Rangel en la Habana y su firma en el famoso acuerdo, culminado en el documento signado cual obra de teatral, en el lugar que corresponde a esta clase de representaciones: el Teatro Colón.

Mejor hubiera guardado silencio el General Mora, menos indignante para su genio y figura. Si, porque al estampar su firma en el “Acuerdo de Paz”, así fuera en medio de ese sainete en el Teatro Colón, además de otra serie de documentos de diversa naturaleza con ocasión a los viajes recurrentes a la Habana, manifestó su voluntad, su decisión libre de hacer parte de una triste  y oprobiosa página en la historia de Colombia, por los resultados a todas vistas, así hagan caso omiso los “amigos de la paz”. Porque, además, faltó al honor militar al no resguardar los intereses de la entidad de la que hizo parte durante cuarenta y dos años de servicio activo. Faltó a los principios éticos que debió aprender en primer lugar en su hogar y después en la Escuela Militar de Cadetes, recordados en cuanto curso con ocasión de los ascensos y demás temas de formación a través de tantos años de vida castrense.

No puede Mora Rangel manifestar a través de premisas ocultas en su nueva discursiva que, su voluntad fue viciada. No rotundo y definitivo. No puede argumentar tácitamente que estuvo sometido a temor reverencial o torturas o que su voluntad fue secuestrada. Tampoco que fue objeto de escopolamina o sustancias barbitúricas o estupefacientes. Absurdo indicar a estas horas de las horas, que desconocía lo que estaba firmando. No puede aducir que fue en calidad de zombi a la isla caribeña desde el 2012. Por supuesto lo impulsa a tomar esa posición en este mes de noviembre del 2020, permeado por el COVID, que le obligó a leer más y analizar hechos inocultables, sobre el fracaso ostensible del famoso acuerdo prohijado por Santos y las pingües ganancias personales que le fueron revertidas al gran titiritero. No puede posar el General de marras que fue engañado como quinceañera por el novio ávido de pasión, aun cuando las quinceañeras de hoy en día están bastante avanzadas en estos temas, entonces la referencia es a las de antaño. Sin duda con el paso de los años, como a todo ser humano la conciencia clama  en recóndito de su ser y no le permite dormir plácidamente.

Vergüenza frente a las labores de Mora en las conversaciones de la Habana y más vergüenza con las recientes declaraciones, porque muestran desconocimiento de sus deberes como militar, porque son de una incoherencia total, porque la dignidad de caballero fue elusiva. Más digno optar por pedir perdón a las tropas activas y las que se encuentran en retiro o a quienes desde la reserva, aspiran un futuro democrático claro para Colombia.

¿Qué buscará Mora Rangel? Es probable esté buscando un nuevo reencauche con el gobierno Duque. Lo hizo con Santos, probablemente a través de contrato de prestación de servicios, al estar gozando cuando fue llamado como negociador en la Habana, la asignación de retiro que fue reforzada con el salario en su calidad de Embajador en Corea del Sur. Ahora es probable aspire lo tengan en cuenta para un nuevo contrato de prestación de servicios. Queda la tarea de verificar en el SECOP II, si no tiene en la actualidad algún contrato con el Estado y pretenda justificarse ideológicamente.

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