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Duele en el alma la muerte de los soldados del pueblo de Colombia. Por: María Patricia Ariza-Velasco

Escabroso amanecer fue el día de ayer 29 de mayo, cuando las noticias anunciaron la masacre a mansalva de siete soldados y dos suboficiales del Ejército Nacional.   Los nueve eran del pueblo, colombiano de a píe, no eran de la “elite ni nacidos en cuna de oro”.

La Fuerza Pública, urge decirle y recordarle a quien dirige el destino de esta patria, no le corresponde constitucionalmente a ningún partido político, alianza, corpúsculo ni cofradía, ni al programa político del gobierno de turno, por tanto, no es el “Ejército del cambio”. Fue la Asamblea Nacional Constituyente, donde se sentaron muchos sectores del país, no solo exmilitantes del M19,   la que decidió como sería el preámbulo, los principios, la filosofía de la Constitución Política de 1991, la organización del Estado. Ya basta de ese discursito trasnochado de que “fuimos nosotros los que hicimos la Constitución”, como alaraquea cual cotorra mojada una madrecita de la patria y con ello denota la falta de formación histórica y política, pero lo peor es que la mentada señora cree que todo el resto de los colombianos son de igual catadura.

El preámbulo de la Carta Constitucional inicia con “El pueblo de Colombia…” y pese a que tiene más remiendos que cobija de antaño, se mantiene intacto, al igual que los artículos 1 al 10, constituyendo la base ideológica o también hoja de ruta para las autoridades de cualquiera de los poderes o de los órganos de control y para todos los habitantes de esta patria que están con interés de hacerla trizas. Pero además se mantuvo posteriormente el espíritu de las tres ramas de poder independientes, siguiendo la orientación del constitucionalismo moderno.

Así, entonces la Fuerza Pública hace parte de la Rama Ejecutiva del poder público, tiene tareas específicas consagradas desde el artículo 216, señalando que no es deliberante y por tanto abstrayéndola de las veleidades y juegos de poder de los partidos políticos, hoy atomizados en este país, de todos los colores y variopintos posibles, pero pobres ideológicamente. La Fuerza Pública está para el servicio e interés general del pueblo, teniendo entre otros deberes resguardar el orden constitucional, mantener la seguridad para todos y no para quien por suerte o por tramoya haya llegado a vivir y gobernar desde el Palacio de Nariño.

A esa Fuerza Pública de la cual hacen parte las Fuerzas Militares pertenecían estos nueve hombres. Unos apenas habían llegado a la mayoría de edad. Asesinados vilmente, y si consideramos que el país continuo y acrecienta el conflicto interno, constituyó un verdadero crimen de guerra. Duele en lo profundo del alma y las lágrimas de rabia e impotencia brotan. Recuerdo el curso de CODENAL al que asistí invitada a la Escuela de Guerra y la inolvidable experiencia de varios meses que cerramos con nuestros compañeros de la Procuraduría General de la Nación en la Base Militar de Tolemaida. Rememoré las conversaciones con los soldados profesionales de apoyo en simulacros muy reales, escucharle a uno relatar, mientras permanecíamos una madrugada bajo un rocío pertinaz en el municipio de Nilo, esperando vigilantes lo que podría suceder. Escuché sus dolores por las muertes de sus compañeros, el vivir lejos de la familia y esperar noticias de ellos, el conocer que los enemigos en cualquier noche podrían llegar a sus campamentos y dar por terminadas sus vidas; los ataques a mansalva, los sueños imposibles, las fechas no compartidas con sus progenitoras, como navidades, el día de la madre y años nuevos, nacimientos y muertes en la familia cercana, en fin, una vida distinta a la de cualquier otro ciudadano de este país.

El famoso cese al fuego del que cínicamente se habló, jamás ha existido. Se ha humillado la Fuerza Pública, se habló en semanas pasadas de “cerco humanitario”, donde fue asesinado vilmente otro integrante de la Fuerza Pública, en este caso un policía, pero se aumenta el uso de eufemismos para desorientar la opinión pública y empaquetarnos con papel celofán cual regalo, los delitos que no dejan de serlo, aun cuando el pretendido es acabar los delincuentes haciendo desaparecer los delitos del ordenamiento jurídico. Se la “están fumando verde”, como decían en mi lejana juventud.  La delincuencia o criminalidad sube, se dispararon las masacres, los delitos contra la libertad personal. No hay seguridad en el campo ni en las ciudades. La violencia va en crecimiento y lo peor es que se “esta volviendo paisaje”, equivalente a que se está “normalizando”, en medio de una sociedad enferma del alma, esa que todo lo trivializa o la otra parte que considera que era hora de la revancha.

Vamos mal, incluso aquellos que son en exceso optimistas lo reconocen y solo los obcecados fanáticos que les importa un rábano que el combustible se haya disparado, los servicios públicos domiciliarios, los alimentos también, el orden público alterado, la emergencia en los transportes especialmente los aéreos por causa de las quiebras a que los llevaron las “políticas antieconómicas” del gobierno de turno, el control territorial de zonas del país por delincuentes de diferente monta, pero criminales de toda forma, son el oscuro panorama que empeora día a día. Vamos más rápido en relación al proceso de deterioro que sufrió Venezuela en tiempos de Chávez y consolidado por Maduro, merced a tan variados e inoperantes e inexpertos ministros, que fortalecen las políticas mal planeadas o erráticas de quien no estaba preparado para ser el primer mandatario de la nación y que solía incendiar desde la oposición, siendo realmente experto en tretas y artimañas, sin contar el discurso que mediáticamente repetía y hoy hace realidad pero en mayor proyección en su gobierno.. En eso se especializó y pretende que salgan a apoyarlo en las calles hoy como presidente, buscando enfrentamientos entre conciudadanos, ante los fracasos de sus proyectos de reformas, haciendo caso omiso a que su popularidad decrece rápidamente. Pero corre a Venezuela cada vez que puede. ¿A que va?, obvio una de las razones es buscar el apoyo a través del ingreso de milicias venezolanas a nuestro territorio nacional, porque aun cuando ha desmantelado la Fuerza Pública, no confía en ella, razón por la cual, cada recorrido por diferentes zonas de país, lleva sus propios conductores, sus expertos en seguridad, supongo que sus propias comidas, etc. La paranoia se apodera del señor, porque nada le sale bien y sus promesas incumplidas son la tarjeta de presentación para esa serie de incautos que creyeron su discurso lleno de mentiras o imposibles.

Se reitera una y otra vez la ineptitud, la incapacidad, la carencia de lógica, la falta de planeación, la arrogancia desmedida, la carencia de humildad, el desconocimiento de mínimos en términos de economía y de la Constitución Política, por supuesto de las leyes, son las improntas del gobierno central. Si hablamos en términos de futbol, muchos autogoles se han metido y de paso goles al pueblo colombiano, algunos de naturaleza olímpica. Si están escribiendo páginas inolvidables para la historia, en donde la avidez desmesurada se evidencia por todos lados, la corrupción cínica y desmedida.  Era fácil y siempre lo será criticar y envidiar las ejecutorias de otros gobiernos, no perfectos claro, pero no con los arranques de locura esquizofrénica y paranoica de hoy. El doble racero aplica. Entre tanto: NOS ESTÁN MATANDO, a unos físicamente, a otros moralmente y a muchos poco a poco de hambre.

Honor y gloria a los soldados y suboficiales caídos. Ellos están allá en el Paraíso de los valientes nobles, dando parte al Creador de los Cielos y la Tierra y dirán la consigna del Lancero, así no hayan hecho el curso: Soldados Kevin Andrés Acevedo, Herzel José Fernández, Jhoan David Gómez, José David Pushana, Fabio Epinayú Ipuana, Rafael David Fallece, Jaime Manuel Redondo, Cabos Brayan Gómez Gamboa y Juan Mateo Benavides, presentes Comandante en Jefe de todos los Ejércitos, deber cumplido, Lealtad, valor y Sacrificio.

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