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Diciembre… ¿mes de alegría? Por: José Félix Lafaurie

Con esa invocación a la alegría comienza un villancico de esos que se están perdiendo en el Alzheimer colectivo por la tradición. Este diciembre lo cantaremos, aunque la alegría resulte más esquiva que en años anteriores, pues a las naturales angustias e incertidumbres, hoy se suman la zozobra por la salud y la vida por cuenta de la pandemia, el dolor de quienes todo lo perdieron por fenómenos climáticos arrasadores, la frustración de una paz que no llegó, y la amenaza de la inseguridad que atemoriza a los colombianos en campos y ciudades.

En Bogotá la situación es alarmante. En noviembre, la Secretaría de Seguridad presentó su rendición de cuentas con cifras acumuladas que se muestran alentadoras, pero que esconden una realidad diferente si se leen en el contexto de la pandemia.

No es un logro que el robo de carros disminuya apenas 10,3% en una ciudad vacía de carros durante cuatro meses. Cuando empezaron a salir masivamente, en septiembre, este delito creció ¡22%! frente al mismo mes de 2019. No es logro que el robo a establecimientos comerciales disminuya 42%, cuando durante meses solo estuvieron abiertos los de actividades esenciales y hoy muchos permanecen cerrados. No es logro que las lesiones personales disminuyan 30%, si están cerrados los lugares de rumba y borrachera donde se produce la mayoría.

No tengo como calcularlo, pero me temo que, corregidas las bases por el efecto de una ciudad paralizada y semivacía durante meses, la realidad es otra, más cercana a la percepción de inseguridad que agobia a los bogotanos. Así lo demuestran dos delitos muy significativos: el robo de bicicletas, que se disparó 35,8% frente a 2019, con gran impacto social, pues una bicicleta es divertimento para algunos, pero medio de transporte y de trabajo para muchos.

El más preocupante, sin embargo, el delito contra la vida: el homicidio; igual, en una ciudad semivacía durante meses y con mayor facilidad de vigilancia; a octubre había crecido 1,5%, con 835 víctimas, entre las que no está, entre otros, Wilfredo, asesinado en este mes de diciembre que debería ser de alegría; humilde celador, padre de cuatro hijos ya “levantados” —el menor de 17 años— y cuatro veces abuelo.

¿Qué hay detrás de esta situación? Muchos factores, entre otros, la capacidad de reacción de la Policía, afectada por una campaña de estigmatización que busca neutralizarla y deslegitimarla ante la sociedad, promovida por la alcaldesa misma; la incapacidad de la alcaldesa como Jefe de Policía de la ciudad; y uno que, al parecer, no midió la Secretaría de Seguridad: el microtráfico.

La guerra del microtráfico por el control de “territorios urbanos”, como la de su hermano de sangre, la del narcotráfico por el control territorial en el campo, están detrás de la mayoría de homicidios en el país, aunque se obstinen en negarlo quienes se oponen a la aspersión con glifosato, la alcaldesa entre ellos, para acabar con la maldición de las 200.000 hectáreas.

En Cali, habían sido asesinadas más de 900 personas a octubre, y si en Medellín se ha presentado una sensible disminución —346 al 10 de diciembre—, en gran parte obedece a que, desde 2019, las bandas del microtráfico que tenían disparado el homicidio sellaron un pacto para “hacerse pasito”.

Diciembre…, mes de alegría, de ilusión, de luz y paz; así prosigue el villancico. Aunque no sea fácil, pues la alegría, como expresión de la felicidad permanente, es una utopía que perseguimos para dar sentido a nuestras vidas, les deseo a mis lectores toda la alegría posible y paz en el corazón en esta Navidad.

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