COLUMNISTAS

Sin duda alguna los ojos de América Latina están puestos en Venezuela. Y los colombianos, en nuestra condición de vecinos y hermanos, además de solidaridad, sentimos que la profunda crisis que vive es un campanazo de alerta en el momento político por el que atravesamos, en el marco del acuerdo con las Farc impuesto por Juan Manuel Santos.

Por un lado, los tímidos y tardíos pronunciamientos del gobierno colombiano en cabeza de la Canciller María Angela Holguín, incluso luego de la reciente decisión de la OEA, denota unos no muy claros intereses pre-existentes con las dictaduras de Cuba y Venezuela. Sin embargo, nada lo eximirá de aplicar el DIH a migrantes que huyen hacia Colombia en busca de refugio.

De otro lado, es inevitable seguir alertando sobre las evidentes similitudes entre los gobiernos de Colombia y Venezuela, en lo que tiene que ver con los atropellos que uno y otro han cometido en contra de sus pueblos. Colombia, aún en un estado previo, ha pasado por el mismo proceso que llevó a Venezuela a la miseria.

Ambos ganaron su primera presidencia por la vía democrática con base en engaños y una vez elegidos, traicionaron la voluntad de  sus electores e iniciaron una campaña populista internacional. Posteriormente, haciendo uso de su poder, acudieron a la trampa para conseguir la re-elección.

Los medios de comunicación en Venezuela fueron agredidos y censurados, en Colombia, muy al estilo santista fueron sobornados.

Cooptando a las mayorías en la Asamblea en Venezuela y a las del Congreso en Colombia, tanto Chávez como Santos hicieron aprobar leyes habilitantes que les permitieran ostentar poderes ilimitados, pasando por encima de la Constitución.  Y como las Fuerzas Armadas significaban un gran problema para sus objetivos ambos las sometieron, amenazaron y minimizaron en favor de sus políticas socialistas.