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Colombia y la otra fase de la insurrección de baja intensidad. Por: Eduardo Mackenzie

eduardo-mackenzieLa guerra continúa. El presidente Duque y el alcalde Peñaloza dicen que la calma ha vuelto a las ciudades. Puede ser cierto. Sin embargo, la situación sigue siendo crítica. La guerra continúa bajo otras formas. La tempestad que vimos el 21, 22 y 23 de noviembre puede ser desatada de nuevo en cualquier momento. La subversión está fabricando la mecha para la nueva explosión. Nadie puede bajar la guardia.

Hay que seguir con atención lo que pasa, no dejarse impresionar por la calma engañosa. Luego de tres días de violencias, Colombia entró en una fase especial de la agenda insurreccional. Las hordas recibieron la consigna de hacer una pausa, mientras las nuevas remesas de dinero sucio llegan para desplegar la etapa siguiente, para pagar a los vándalos y a las tropas de desinformadores. Pues nada de eso lo hacen gratis.

En estos instantes el énfasis del enemigo va hacia un punto particular: diabolizar a la fuerza pública que defendió con heroísmo al país. La consigna es inocular la culpa a los colombianos que repudiaron los tres días de violencia decretados por la CUT y la subversión petrista. Quieren romper todo espíritu de resistencia y de solidaridad entre la ciudadanía, la policía y los militares. Quieren, sobre todo, quebrar la emergencia de un sentimiento patriótico que estaba olvidado y que fue despertado por las destrucciones.
Ese renacimiento del sentimiento patriótico colombiano es la revelación del momento. Ese factor, mientras exista, protegerá al país.

Ese fenómeno es un obstáculo para la subversión. Esta quiere pulverizar ese patriotismo. Personas que antes eran indiferentes a la política, se descubren hablando de política y de defender las instituciones a como dé lugar. Hasta izquierdistas que habían votado por Petro, han cambiado de opinión: no quieren que su país sea destruido por turbas armadas y guiadas por poderes extranjeros. “Los hermanos bolivarianos no pasarán”. “Si quieren volver m. este país, primero nos matan a todos”. “A este país no se lo van a tirar, comunistoides”. Un ex petrista gritaba eso, el 22 de noviembre, en un video que ahora circula profusamente.

Tras los linchamientos y asesinatos de policías, luego de incendiar buses y edificios, de saquear y robar almacenes, de amenazar los edificios de vivienda, de romper todo lo que estuviera a su alcance, en calles y plazas, los instigadores quieren pasar ahora al espacio privado, llegar a lo más íntimo del ser humano. No basta, para ellos, romper las cosas materiales: quieren, sobre todo, demoler las conciencias. Están montando en estos momentos la operación más peligrosa y delicada de la agenda golpista: impedir que los colombianos sepan dónde está el bien y dónde está el mal.

No es sorprendente. La distorsión cognitiva es una fase de la insurrección de baja intensidad. Lo han hecho en Chile, Bolivia y Ecuador. A Colombia quieren aplicarle el mismo esquema. Pero una cosa es querer y otra alcanzar. Debemos organizarnos mejor que los chilenos para impedir que los chavistas alcancen esos objetivos.

Observemos cómo lo hacen. Con ayuda de cierta prensa, los agitadores están manipulando el caso Dylan Cruz, un estudiante de 18 años que fue herido en Bogotá durante una refriega con la policía, cerca del Icetex. Con ese tema tratan de invertir los sentimientos de la ciudadanía.

Un matutino bogotano presenta ese incidente como “el más grave” de los tres días de “protestas”, e inventa una supuesta “indignación ciudadana”. Sin conocer el resultado de la investigación, ese diario y la CUT acusan a la policía de hacer “uso desmedido de la fuerza contra los manifestantes”, y el Procurador abre una investigación “disciplinaria”. ¿Y qué dice éste de los 273 heridos de la fuerza pública el 21 de noviembre? Con tales malabarismos, la subversión busca invertir la polaridad de los sentimientos. Desplaza el cursor de la cólera legítima contra los vándalos hacia el Esmad, para que la gente vea al Escuadrón Antidisturbios de la Policía, y a las fuerzas militares, como el problema, no como una parte de la solución.

Esa operación necesita fabricar un santo, un ritual, una escenografía y, sobre todo, falsas leyendas. Insinúan que Cruz estaba furioso porque el Icetex le había negado un préstamo. Es una mentira. El Icetex desmintió eso (1). El otro cuento que pusieron en línea es el de un energúmeno que, en compañía de una mujer, trató de acercarse al Palacio de Nariño. Insultó y empujó al guardia presidencial que lo paró. Otros policías lo inmovilizaron. Una tuitera lanzó unas imágenes y habló de “violencia policial” pero ocultó la primera fase del incidente. Otro video, por fortuna, captó los insultos y la agresión al militar y mostró otro detalle: el taser fue utilizado de manera intimidatoria, no efectiva, como pretende la tuitera. Definitivamente, los mamertos ya no la tienen muy fácil al fabricar sus embuchados. Ver esas imágenes (2).

La prensa guarda silencio sobre los heridos de la fuerza pública durante los tres días funestos, que dejaron seis policías muertos pues las Farc-disidencias hicieron de las suyas. La Fiscalía y la prensa no ven la matanza del viernes, en Santander de Quilichao, como parte del violento “paro cívico”. ¿La disocian para evitarles líos judiciales a los autores intelectuales de los tres días de insurrección? A pesar de ello, algunos ciudadanos insisten: los instigadores de ese sangriento “paro cívico” debe ser juzgados y reparar los daños causados.

La prensa, mientras tanto, llena páginas para hostigar a la policía y a quienes la defienden moralmente. En eso estamos, pero todo va bien. Para luchar contra esa ceguera hay que denunciar y mostrar, con todos los detalles posibles, qué pasó realmente en esos tres días infames.

Más que “conversaciones” –primero con los alcaldes, después con los promotores de los tres días de sangre–, el país quiere ver un gobierno decidido a tomar medidas contra la ofensiva bolivariana. La policía y los militares cumplieron con su deber y capturaron una parte de los amotinados. Una radio dice que desde el jueves capturaron a 172 individuos en flagrancia. De ellos, la Fiscalía judicializó a 101 por vandalismo y ataques contra bienes del Estado. Pero de ellos solo seis fueron llevados a una cárcel. Otros cinco disfrutan de detención domiciliaria (3).

En cambio, los instigadores van en coche. Envalentonada, la CUT llama continuar el paro e invoca razones absurdas: porque el gobierno “no ha resuelto ninguno de los motivos del paro”. Esos “motivos”, por ejemplo, que no haya pobres, son estructurales. Esos argumentos son solo pretextos. Pero la crítica a ese juego turbio es escasa. El gobierno no se atreve a definir como provocadora la actitud de la CUT. Esta y cierta prensa bajo influencia están dejando que haga carrera la idea de que los vándalos son las víctimas de las tres jornadas y que la fuerza pública es la culpable. Así va Colombia.

(1) lafm.com.co/colombia/icetex-d…
(2).- kienyke.com/radark/video-pele…
(3).- El director de la Policía, general Óscar Atehortúa, declaró que la Inspección General de esa institución investiga 13 incidentes y que ocho casos están en manos de la justicia penal militar. Tratan de determinar qué circunstancias rodearon los hechos en que se vieron involucrados algunos uniformados. “Espero que la comunidad exija lo mismo contra los vándalos que atacaron e hirieron a nuestros uniformados”, enfatizó Atehortúa.

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