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Colombia: Roy Barreras cruzó la línea roja Por Eduardo Mackenzie

eduardo-mackenzie-1Lo del ministro de Defensa no fue una dimisión, fue una destitución. El presidente Iván Duque aceptó la renuncia que le presentó Guillermo Botero y no hizo nada para defenderlo de la trampa que la oposición santista-fariana le montó, con el pretexto de un debate “sobre moción de censura” del Senado.

Esa ofensiva, sin embargo, tenía pies de barro. Ninguno de los argumentos que presentó el senador Roy Barreras y sus amigos eran sólidos, ni en el terreno jurídico, ni en el militar, como lo demostró el senador Álvaro Uribe, el 6 de noviembre, al explicar que la fuerza pública no había tenido conocimiento de la presencia de menores en el campamento atacado. Un día después, el ex vice ministro de justicia, Rafael Nieto Loaiza, demostró que, además, desde el punto de vista jurídico, el campamento de Gildardo Cucho había sido un blanco legítimo y que la presencia de menores y la muerte de ellos en ese lugar, el pasado 2 de septiembre, fue y es responsabilidad de las FARC y sólo de ellas y no de las Fuerzas Militares (1).

Si el jefe del ejecutivo se hubiera permitido hacer un esfuerzo de clarificación ante la opinión pública, combatiendo y desmontado, como era posible, cada punto del rosario de mentiras de Roy Barreras, Gustavo Petro, Griselda Lobo, Angélica Lozano, y otros acusadores, habrían sido desenmascarados y aislados. Pues lo que ellos presentaron como una “masacre con niños” (esa frase infame fue acuñada por el senador Lidio García) fue, en realidad, un acto más de la política abyecta de las FARC de usar escudos humanos-infantiles en sus operativos y campamentos.

Para decirlo sin rodeos, la primera evidencia que sale de esa peripecia parlamentaria es que la caída del ministro de Defensa, y los criterios para esa destitución, fueron el primer golpe político de importancia que las “disidencias” de las FARC le propinan al gobierno de Iván Duque. Esas “disidencias” han logrado pasar del umbral de escuadrón criminal errante al de una fuerza compleja con ramificaciones civiles capas de montar operaciones políticas contra el Estado.

Los medios tratan de ocultar ese hecho y exhiben el debate de seis horas en el Senado en pleno (2), y la renuncia del MinDefensa, como un leñazo del partido de la U y de las FARC de Timochenko. En realidad, estamos ante la primera maniobra exitosa de manipulación de la opinión pública que le funciona a las FARC en armas, a las pretendidas “disidencias”.

El hecho de que Roy Barreras haya aceptado el papel de vocero de esa patraña no hace más que ennegrecer la pésima trayectoria de ese personaje. El hecho de que en esa operación también estén involucrados los “parlamentarios” de las FARC de Timochenko confirma que entre ese bando supuestamente desmovilizado y las sangrientas “disidencias” hay correas de transmisión cada vez más claras y eficaces.

Eso es lo que está en juego y no la caricatura que hizo Roy Barreras. Ese político transformó deliberadamente una matanza de niños propiciada por las FARC en una carnicería cometida por el Ejército. Barreras manipuló la realidad e intoxicó al país con una impostura. Así, al dar ese paso, él se puso en el campo de los narco-terroristas y los ayudó a vulnerar la seguridad nacional. Obviamente, Roy Barreras tuvo que envolver esa traición a la nación colombiana mostrándose él mismo como un líder que busca “respirar un escenario de paz”. Falso. No por casualidad Diosdado Cabello alabó inmediatamente a Roy Barreras “por haber revelado la masacre que pretendió ser silenciada por la administración de Duque”.

Esa es la verdadera lógica de lo que Colombia acaba de ver.

Le bastó a Roy Barreras elaborar una frase en la que unos guerrilleros jóvenes aparecen como “niños masacrados” por una acción militar escabrosa –y ocultando toda referencia a las operaciones de reclutamiento, forzado o no, que hacen las FARC–, para lograr la desestabilización del gobierno de Duque. ¿Por qué y cómo un supuesto “reporte de Medicina Legal” de Villavicencio, del 19 de septiembre de 2019, sobre la suerte corrida por los combatientes del reducto de alias Cucho, cayó en manos de Roy Barreras? ¿No era un documento reservado de la Fiscalía? ¿No está la Fiscalía investigando lo que ocurría en el campamento de Cucho?

El país ve en estos momentos que la fragilidad de las instituciones colombianas, y la ausencia de servicios de contrainteligencia del Estado, hacen posible que, de nuevo, aventureros y extremistas logren unirse para tumbar, sin mayor esfuerzo, a un ministro de Defensa. Como el gobierno les dejó meter ese gol, ya están preparando el siguiente.

La clase de derecho que le dio Rafael Nieto Loaiza al senador Barreras, a quien calificó de “ignorante y perverso”, fue excelente. Sin embargo, la Casa de Nariño dejó de lado esa preciosa batería argumental y prefirió ceder ante las gesticulaciones de Roy Barreras y de las FARC.

Esa caída del ministro Botero tendrá un impacto negativo sobre la capacidad de réplica y combate de la fuerza pública. La doctrina militar que quieren imponer Roy Barreras y Timochenko es clara: si hay menores en los bastiones de las FARC (y éstos están llenos de menores pues sus jefes conocen las ventajas de tener ese tipo de personal en sus cambuches y escuadras) hay que suspender toda acción militar. En consecuencia, la fuerza pública perderá su capacidad de acción y reacción y la fuerza aérea, el arma del Estado que más temen los narco-bandidos, debe quedarse en tierra. Perspectiva: las bajas de la fuerza pública que combaten el crimen organizado en todas sus variantes subirán en forma dramática.

De todo eso es responsable el senador Roy Barreras. En su segunda intervención en el debate del 5 de noviembre, gritó: “No queremos continuar con esa guerra, queremos volver a respirar un escenario de paz, seguiremos luchando y defendiéndola hasta el final.” Traducción: la ola de atrocidades en el Cauca, Antioquia, Meta, Caquetá, y otras regiones, debe quedar sin respuesta. Las intimidaciones de Maduro en la frontera con Colombia deben ser desoídas. Al lanzar eso, Roy Barreras mostró ser no un hombre leal a la Constitución de su país sino un epígono del presidente mexicano Manuel López Obrador y de su orientación cómplice frente a la violencia de los cárteles de la droga: “más abrazos, no balazos”.

La clase política quiere de banalizar lo ocurrido. Presenta la renuncia del MinDefensa como un breve lance de esgrima entre el gobierno y “la oposición”. En realidad, lo que ocurrió es grave y las repercusiones serán a corto y largo plazo.

Jactándose de su renovado poder destructivo, Roy Barreras le pide ahora al presidente Iván Duque que, antes de nombrar un nuevo ministro de Defensa, “convoque a la unidad”. Los términos de esa “unidad” serían, según Barreras, “el respeto a la paz firmada” (Roy ve quizás lo del Cauca como parte de esa “paz firmada”), y “diálogo” político sobre temas estratégicos como “economía”, “desempleo”, “impuestos”, “líderes sociales”, “seguridad nacional”, y el nuevo ministro de Defensa. ¿Qué responderá el presidente Duque? ¿Negociará con Roy Barreras el nombre del nuevo ministro de Defensa?

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