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“Código rojo para la humanidad”. Por: Luis Alonso Colmenares Rodríguez

Así de radical ha calificado António Guterres, secretario general de la ONU, la situación relacionada con el cambio climático por el calentamiento global que estamos viviendo y respecto de lo cual no hemos tomado conciencia. 

Y lo dice el secretario de manera alarmada y dramática con base en las conclusiones a las que ha llegado un informe que presentó el Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), que es el organismo de la ONU encargado de estudiar los fenómenos del clima. 

Está previsto que el IPCC presente un segundo informe para febrero del próximo año, para mostrar el impacto de los cambios y la forma como se transformará la vida en la Tierra de manera irremediable dentro de 30 años. ¡Eso es ya! 

Y en marzo publicará un tercer informe en el cual se harán planteamientos para abordar las posibles soluciones. 

Tenemos que ponerle orden al uso racional del planeta en que vivimos o está marcada le fecha límite para vivir en él. 

Dice el informe del IPCC que las temperaturas de la superficie de la tierra se han incrementado de una manera más que desproporcionada desde el año 1970; y el nivel medio del mar también ha aumentado de manera muy acelerada desde el año 1900. 

De acuerdo con los estudios llevados a cabo, las concentraciones atmosféricas de metano y óxido nitroso, ambos gases de efecto invernadero, fueron las más altas que en cualquier momento “en al menos dos millones de años”.  

Es por eso que las olas de calor y las lluvias se han hecho más frecuentes desde 1950, trayendo como consecuencia que se haya afectado más del 90 % de las regiones de la Tierra; y existe un 66 % de probabilidad que aumente el número de huracanes y tifones comparado con las estadísticas tomadas desde el año 1970. 

Es decir, esas mortales olas de calor, los poderosos fenómenos meteorológicos extremos, como el huracán Iota que por poco borra las islas de San Andrés y Providencia en noviembre del año pasado, probablemente serán más severos. 

Es urgente que entre todos nos hagamos consientes de la necesidad de reducir el nivel de emisiones de gases que afecten el calentamiento global, al punto, incluso, de hacer una planeación de la vida que nos lleve a cero emisiones.  

¡Y tiene que ser posible porque es la vida la que está en riesgo! 

Por ejemplo, en el caso de la ganadería que, a propósito, ha sido injustamente condenada por los ambientalistas sin mayor nivel de análisis sino con el ánimo de imponernos sus hábitos y costumbres de consumo, deben promoverse los sistemas silvopastoriles mediante la construcción de proteros, cercas vivas, cortinas o barreras rompeviento, etcétera; para que ayuden a capturar el dióxido de carbono en los árboles y el suelo.  

Deben afianzarse de manera dinámica las políticas de reforestación y restauración de humedales. También programas de fertilización de los océanos. 

Hay que reducir a la mayor brevedad la producción de dióxido de carbono y metano que proviene de la industria del petróleo y el gas, la agricultura y el cultivo de arroz en particular. 

Y no nos echemos mentiras, asumamos la responsabilidad que nos corresponde, porque la culpa de todo este desastre, sin duda, la tiene el ser humano.  

Construimos nuestra propia extinción, y para allá vamos sin freno como no nos paremos en la raya y reflexionemos para dar un giro de 180 grados siendo más racionales en nuestros hábitos de producción y consumo. 

Esto no es un juego de palabras, ¡es un desastre total! 

En palabras de António Guterres “Las sirenas de alarma son ensordecedoras. Este informe debe hacer sonar una campanada de fin para el carbón y los combustibles fósiles, antes de que destruyan nuestro planeta. Es un código rojo para la humanidad”.  

Y en palabras del filósofo de La Junta “se las dejo ahí”. @LcolmenaresR

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