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Arde Latinoamérica. Por: José Félix Lafaurie

En el gran México, el izquierdista López Obrador, quien había prometido independencia, dignidad nacional y mil cosas más, no solo cedió pronto a las presiones de Estados Unidos frente a la migración masiva, sino que terminó sometido a la extorsión del narcotráfico, que lo obligó a liberar al hijo de ‘El Chapo’ bajo la amenaza de un baño de sangre.

lafaurieArgentina, ahogada en la corrupción y la crisis económica, se apresta al regreso casi seguro del Socialismo Bolivariano con Alberto Fernández y ¡Cristina Kirchner! como fórmula vicepresidencial. ¿País amnésico, o será que, de verdad, “veinte años no es nada”? Entre tanto, también acosado por la corrupción del Lava Jato y la censura internacional, que lo acusa de “extrema derecha” y de culpable directo del desastre amazónico, Bolsonaro se defiende frente a una oposición y un país que mitifica a Lula y añora a Roussef.

Guatemala y Honduras no logran librarse de la violencia del posconflicto –cualquier parecido…– y se han convertido en protagonistas de la migración masiva hacia Estados Unidos, en caravanas de miles de acosados por la pobreza y la falta de oportunidades.

Cuba, Nicaragua, Venezuela y Bolivia son vulgares “demodictaduras”, dictaduras mal vestidas de democracias, bajo el sello del Socialismo Bolivariano, donde las libertades solo están en el discurso, aunque, en mala hora, ese discurso haya sido suficiente para el reconocimiento miope de la ONU, aceptando a ¡Venezuela! en su Consejo de Derechos Humanos.

En Bolivia se encienden las protestas callejeras frente al atropello electoral, montado sobre la burda interrupción del conteo por “problemas técnicos”, que atornilló a Evo en el poder, motivó la renuncia del vicepresidente del Consejo Electoral y la solicitud de segunda vuelta por parte de la OEA y la Unión Europea. Frente a los incendios y la violencia callejera, el gobierno responde con represión policial soportada en el uso de la fuerza legítima de un Estado que, paradójicamente, luce ilegítimo.

En Chile, país de mostrar en la región, un alza preestablecida por Ley en los precios del metro genera una ola de violencia sin precedentes, que el analista local, Fernando Villegas, no duda en calificar de “ensayo general de insurrección” que no se explica por el descontento espontáneo, sino que responde a claros elementos de planeación, dirección, sincronización y participación de agitadores “profesionales, como los de nuestras marchas de todos los días.

Si por Chile llueve por Ecuador no escampa. Los indígenas, infiltrados por la izquierda, como también sucede en Colombia, y aupados a distancia por Correa, levantaron al país con violencia callejera y hasta retención de policías y periodistas, en respuesta a las medidas económicas del Gobierno.

¿Por qué se me antojan coincidencias con nuestra realidad? ¿Será que las manifestaciones estudiantiles, violentas, vandálicas y agresivas contra la Policía; y las de Fecode y las centrales obreras, obedecen al espontáneo descontento?; ¿será que nada tienen que ver con la amenaza petrista de mantener al pueblo en la calle?; ¿será que no son apoyadas por el narcorégimen del vecindario?; ¿será que no buscan desestabilizar al gobierno Duque y no cuentan con el beneplácito silencioso y ladino del “centrosantismo”?

Uhmm…, mucho me temo que sí. En Chile se detectaron, entre los manifestantes, seis agentes armados del SEBIN venezolano, y un comunicado de la OEA ratifica la participación de Cuba y Venezuela en la organización y financiación de la violencia en Chile y Ecuador.

Por ello, en este momento en que “arde Latinoamérica” y la inestabilidad política está a la orden del día con sospechosa sincronización continental, los colombianos debemos acercarnos a las urnas con responsabilidad y sentido de futuro.

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