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La Constituyente es único camino. Por: Rafael Nieto Loaiza

constituyenteMás allá de constatar que vivimos en el reino de la inseguridad jurídica en el que los jueces hacen lo que se les da la gana, el desastre de Santrich y las cortes deja para el ciudadano de a pie tres conclusiones: a) que las autoridades judiciales, manchadas por espantosos casos de corrupción en sus más altas esferas, operan para dejar en libertad y no extraditar a un mafioso y proteger a las Farc, b) que el acuerdo con esa guerrilla está por encima de la democracia, el derecho y la justicia, y sus beneficios de impunidad se extienden para delitos cometidos más allá de su firma, y c) que el Gobierno se ve impotente para dar respuestas frente a semejante escenario.

Agréguese que, también como resultado del acuerdo con las Farc y su implementación por encima del triunfo del No en el plebiscito, la sociedad está altamente polarizada, vivimos en un mar de coca y son muchos los estímulos para el narcotráfico, como consecuencia los homicidios, la violencia y la inseguridad empiezan a crecer, la corrupción sigue siendo asfixiante, y las instituciones públicas no operan para el bien común sino para favorecer a los criminales.

Los sentimientos de asco, indignación, ira, impotencia, ausencia de guía y liderazgo son crecientes y muy preocupantes. Por eso estas reflexiones:

Estamos en lo que Álvaro Gómez denominaría “el régimen”, donde se bloquea todo esfuerzo para hacer reformas a la administración de justicia y al acuerdo con las Farc, aunque hayan triunfado el No en el plebiscito y Duque tenga un mandato para emprender esas acciones.

Aunque siempre he visto con desconfianza ese mecanismo, porque es una caja de Pandora y genera incertidumbre, a estas alturas no hay duda de que para conseguir romper ese bloqueo es indispensable acudir a una asamblea constituyente. No hay alternativa.

Una constituyente para superar de una vez por todas la situación de polarización social y política que hoy vivimos y alcanzar un acuerdo sobre lo fundamental. Una constituyente para asegurar la democracia republicana, hacer las reformas política y a la justicia que están pendientes, y poner la Constitución por encima del acuerdo con los bandidos, fortalecer la Fuerza Pública, impedir que los criminales tengan más y mejores derechos que quienes nunca hemos delinquido y asegurar los derechos de las víctimas. Una constituyente para defender la familia, la vida y la libertad religiosa. Una constituyente para construir las instituciones indispensables para combatir de manera eficaz la corrupción. Una constituyente que siente las bases que permitan el desarrollo de la economía social de mercado como la única que la historia ha probado ser capaz de crear riqueza, generar empleo, disminuir la pobreza y la inequidad. Una constituyente para preservar nuestras riquezas naturales y el medio ambiente y para derrotar de una vez y para siempre el narcotráfico.

Ahora, a diferencia de antes del 91, para ir a una constituyente hay que pasar por el Congreso. Como el gobierno no tiene mayorías parlamentarias, hoy esa propuesta se hundiría. En todo caso, no pareciera que el presidente Duque crea conveniente convocarla.

Sin liderazgo presidencial y sin mayorías en el Congreso, no habría asamblea constituyente. De manera que tendríamos que seguir soportando el estado actual de cosas hasta que se ganen las elecciones presidenciales y parlamentarias del 2022.

Reconocer esa realidad, sin embargo, no puede significar entregarse a la desesperanza o a la inacción. Las mayorías que queremos la paz sin impunidad y sin privilegios para los criminales, las que queremos justicia, las que defendemos la vida y la familia, las que nos negamos a doblegarnos frente a la corrupción y el narcotráfico, hemos ganado, sin plata, sin contratos, sin burocracia, contra todos los partidos y los medios, todas, absolutamente todas las elecciones desde el 2002. Los desengaños y conejos que nos han hecho no restan una pizca de verdad a esos triunfos. Esas victorias muestran que es posible.

La realidad de ahora nos exige un nuevo y mayor esfuerzo. No bastan las reacciones de coyuntura, emocionales. Necesitamos pensamiento estratégico y trabajo sin descanso a mediano plazo. Hay que trabajar las ideas fuerza para conseguir el mayor respaldo ciudadano y difundirlas de manera eficaz. Hay que identificar posibles aliados en los partidos políticos. Hay que coordinar con los movimientos sociales y religiosos. Hay que buscar los puntos de coincidencia con la reserva activa de la Fuerza Pública, los comerciantes, campesinos y ganaderos, transportadores, empresarios y microempresarios, sindicatos no cooptados por la izquierda. Solo el trabajo proyectado en el tiempo nos permitirá que esta Patria nuestra no queda en manos de esa alianza macabra de izquierda y narcotráfico que hoy está triunfando aunque quienes nunca hemos delinquido ganemos las elecciones.  Solo una gran alianza republicana permitirá la reconstrucción de Colombia.¡Juntos podemos!

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