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El miedo debajo de la piel. Por: Rafael Nieto Loaiza

rafael-nieto-loaiza-6El deterioro de la seguridad, en todas sus facetas, es alarmante. Por un lado, los grupos terroristas despliegan sus acciones a lo largo y ancho del territorio nacional. El Eln realiza sangrientos ataques terroristas en ciudades que no tienen tradición de presencia de grupos guerrilleros, como Barranquilla y Soledad, con la certeza plena de que con el pretexto de “la paz” más temprano que tarde el Gobierno dejará en la impunidad sus crímenes. Las “disidencias” de las Farc asesinan policías y extorsionan en los llanos, en la Orinoquía y en la costa caribe. Y ambas guerrillas, más las bandas criminales, inundan de coca el país entero.

Por el otro, la delincuencia común es cada día más violenta y sofisticada. Bandas especializadas roban celulares, relojes, bicicletas y carros de alta gama y blindados, y asaltan taxis, viviendas, bancos y transportadoras de valores, cada día con más crueldad y sangre. Y los depredadores sexuales se pasean orondos entre nuestros niños y jóvenes.

Al mismo tiempo, algunos grupos indígenas invaden fincas, destruyen cultivos, bloquean carreteras, cobran peajes y maltratan a las autoridades con la respuesta timorata de la Fiscalía, el silencio cómplice de los jueces y la equívoca interpretación de los derechos de las poblaciones indígenas por parte de la Corte Constitucional.

Mientras tanto, el sistema judicial deja en libertad a los delincuentes, en ocasiones aun cuando son capturados en flagrancia, y la reincidencia no tiene mayor efecto judicial.

Para rematar, las Fuerzas Militares están en una crisis que va desde un distanciamiento de sus bases frente a las cúpulas hasta el recorte presupuestal, el debilitamiento de sus capacidades operativas y de inteligencia, y la ausencia total de moral de combate.

Como resultado, las organizaciones criminales están muy fuertes y muy ricas, el Estado no tiene capacidad de combatirlas con eficacia, y a los ciudadanos de pie nos crece el miedo bajo la piel y vivimos en una creciente sensación de inseguridad.

Los hechos confirman que, primero, eran válidas las advertencias de que la impunidad y el mar de coca resultado del pacto con las Farc traerían más violencia, y que, además, fue un grave error desmantelar las capacidades de la Fuerza Pública y minar su liderazgo. La ausencia de sanción efectiva para los más graves crímenes y el premio al violento, a quien se le trata mejor que al ciudadano que nunca he delinquido, son semillas de nuevas violencias.

Por todo ello, y contrario a lo que era previsible, la violencia política y los asuntos de la seguridad urbana y rural han vuelto a la agenda pública y serán objeto del debate electoral y de la preocupación ciudadana a la hora de escoger entre los candidatos al Congreso y a la Presidencia de la República. En teoría, los candidatos de “derecha” y de “centro derecha” deberían salir fortalecidos, si son capaces de construir un discurso contundente y coherente y de conseguir que los grandes medios de comunicación lo divulguen. Y también debería tener una ventaja el Centro Democrático que, desde siempre, ha tenido en la seguridad su bandera.

Pero puede ocurrir también que se agudice la curva de violencia para que después el sector pacifista a cualquier costo exija un acuerdo con los elenos y el Gobierno y sus amigos lo aprovechen con fines electorales. No sería la primera vez que Santos instrumentaliza los diálogos con la guerrilla con ese propósito.

En todo caso está claro que el santismo y la izquierda harán de la defensa del proceso de paz la excusa para aglutinar a todos contra la alianza de Duque, Ramírez y Ordoñez. Lo ha dicho expresamente Humberto de la Calle y es con ese pretexto que ofreció la vicepresidencia a Clara López. Con o sin la aquiescencia de César Gaviria, el partido liberal se movió a la izquierda. En esa misma cuerda terminarán Petro y la coalición de Fajardo y el Polo. Como habíamos previsto, cada día más el escenario se parecerá en lo sustantivo al del plebiscito.

La clave del desenlace estará en aquellos que, habiendo estado en el Sí, como Juan Carlos Pinzón y Germán Vargas, pueden dar un giro.

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